mi tio David Ish-Horowicz, que murió a los 75 años a causa de un tumor cerebral, era biólogo molecular en el Fondo Imperial de Investigación del Cáncer (ICRF), ahora Cancer Research UK (CRUK), desde finales de los años 1970.
Fue uno de los pioneros en la aplicación de la biología molecular a la genética del desarrollo. Su carrera investigadora se ha centrado en desentrañar los intrincados mecanismos que gobiernan cómo los embriones se convierten en organismos complejos. Utilizó modelos de drosophila (mosca de la fruta) y de vertebrados para identificar y analizar las vías moleculares y genéticas que establecen y regulan la organización espacial dentro de los embriones.
Sus estudios innovadores condujeron a importantes avances en la comprensión de muchos procesos moleculares distintos que establecen un patrón para el desarrollo animal, trabajo que allanó el camino para los avances en la biología del desarrollo.
Nacido en Manchester, hijo de Moshe Ish-Horowicz, un hombre de negocios, y su esposa, Hava (de soltera Berman), David asistió a la escuela primaria de Manchester antes de ir a Cambridge, donde, después de graduarse en ciencias naturales, completó un doctorado en el laboratorio de biología molecular del MRC.
Luego trabajó como investigador postdoctoral en la Universidad de Basilea, Suiza, en el departamento de biología celular del centro Biozentrum, antes de regresar al Reino Unido, primero a los Laboratorios Mill Hill del ICRF y luego a la unidad de biología del desarrollo del ICRF., Oxford, y más tarde en los laboratorios del ICRF/CRUK London Research Institute en Lincoln's Inn Fields. Recibió el Premio de Ciencias Gulbenkian en 1997 y la Medalla Waddington en 2007 de la Sociedad Británica de Biología del Desarrollo. Fue nombrado miembro de la Royal Society en 2002.
A David le apasionaba la ciencia y compartir conocimientos e ideas, algo que hacía con generosidad y entusiasmo. Era un hombre muy leído, una habilidad valorada por colegas y amigos con quienes compartía los últimos avances y se deleitaba explicando nuevos descubrimientos. En realidad nunca se retiró.
Cuando su laboratorio cerró en 2013, fue adoptado por colaboradores e instituciones, dividiendo su tiempo entre el departamento de bioquímica de Oxford y el laboratorio de biología celular molecular de la UCL, donde ocupó cátedras honorarias, y los viernes los pasaba en el Instituto Francis Crick.
Continuó formando a jóvenes científicos, tranquilizándolos y animándolos. Su legado no es sólo de avance científico, sino también de su enfoque colaborativo y su tutoría de las generaciones más jóvenes.
Vivía entre su casa en Oxford y un apartamento en Londres, persiguiendo su amor por el ciclismo en ambas ciudades y disfrutando de cenas con amigos en ambas, con su esposa Ros Diamond, una arquitecta, con quien se casó en 1988.
Mientras trabajaba en Suiza desarrolló el gusto por el espresso y el chocolate negro y profundizó su pasión por la buena comida y el esquí. Amante de la música, en los últimos años volvió a tocar el piano en serio, tomando lecciones de un profesional para mejorar sus habilidades, trabajando minuciosamente piezas de Bach, Chopin y Schumann.
Le sobreviven Ros, sus cuatro hermanas, Ruth, Judith, Miriam y Naomi, y 11 sobrinas y sobrinos.